Periodista, especializado en información cultural / Kazetaria, kulturan espezializatua
Entrevista
Fatima Ouassak
Activista

«Sueño con madres del mundo juntas para que los hijos vivan con esperanza de futuro»

El racismo y la islamofobia en la escuela de sus hijos, la violencia de la policía francesa contra la juventud racializada o la imposibilidad de ser entendida por organizaciones de izquierda y feministas empujó a Fatima Ouassak a organizar el Frente de Madres. Lo explica en ‘El poder de las madres’.

La activista Fatima Ouassak.
La activista Fatima Ouassak. (CAPITÁN SWING)

Nació en el Rif marroquí en 1976 y con solo un año de edad era ya una emigrante en el Estado francés. Ensayista, oradora, consultora de políticas públicas y activista antirracista, ecologista y feminista, Fatima Oussak es una destacada voz en la lucha contra la discriminación que sufren las personas procedentes de la migración poscolonial.

En 2016 fundó, con la bloguera Diariatou Kebe, el sindicato Frente de Madres para contrarrestar el racismo, la brutalidad policial y la desigualdad. Está presentando ‘El poder de las madres. Por un nuevo sujeto revolucionario’, publicado en castellano por la editorial Capitán Swing. Tiene un segundo libro sobre ecología y un par de novelas, sin editar en castellano, y trabaja en un tercer ensayo sobre la organización social y los bienes comunes.

Militó desde muy joven. ¿En organizaciones de izquierdas?

No, me comprometí muy pronto, pero en Francia hay muchas posibilidades de luchar en los barrios sobre cuestiones de migración. Más que militante de izquierdas fui una luchadora de barrio.

Ya madre, intentó que la escuela pública incluyera una dieta vegetariana.

Reivindicaba que no hubiera carne obligatoria cada día y me encontré con una respuesta racista e islamofóbica, incluso de gente de izquierdas. Aprendí que los asuntos más personales son también políticos, aunque quieras estar al margen de eso. Organicé un grupo local de madres para nuestra lucha.

«No ha habido ruptura con la policía colonial y racista cuando se ataca a los jóvenes de los barrios populares»

Su combate mayor ha sido contra la violencia policial, en especial contra la juventud de los barrios de migrantes. Parece que el Estado francés mantiene el dispositivo policial más brutal de Europa Occidental.

Hay que ir a la historia: la policía nacional francesa nació de la idea colonial, al comienzo del siglo XX, para vigilar a los argelinos. En realidad, la dirección de la policía nacional fue creada en 1941 por el mariscal Pétain, dentro del régimen pro nazi de Vichy. Fue Maurice Papon, ex colaborador de las SS en Burdeos, quien ordenó a esa policía arrojar y ahogar en el Sena a los manifestantes pacíficos argelinos en 1961. No ha habido ruptura con la policía colonial y racista cuando se ataca ahora a los jóvenes de los barrios populares. Aún más, en los ochenta se creó una policía camuflada, específica para los barrios de negros y árabes.

¿A qué se refiere cuando habla del poder de las madres inmigrantes y racializadas como sujeto político revolucionario?

La figura de la madre como militante es particular porque defiende a sus hijos y a los de los demás, lo que le da una fuerza especial. Propongo un mensaje en plural que habla del poder de las madres en el sentido de poder político, el poder colectivo que ya existe en los barrios populares. Siempre que he combatido en asuntos concretos ha sido entre mujeres, en comunidad, sin casi hombres. Las mujeres, y en concreto las madres, tenemos el poder como protectoras de la infancia que deseamos lo mejor para el futuro. Pero pensando de forma estratégica, buscando alianzas. La lucha antirracista implica a cualquier persona que quiera un futuro justo y digno para sus hijos. Por eso digo a los camaradas de izquierdas que está bien su esfuerzo anticapitalista o por Palestina, pero es una pena que no se nos considere una fuerza estratégica porque la protección de la infancia es una cuestión política y revolucionaria.

Otro gran tema de sus luchas es la escuela. ¿La ‘école laïque republicaine’ ha resultado ser autoritaria y racista?

Se nos dice que tenemos la gran suerte de mantener una escuela así, que no tendríamos en África, y que no tenemos el derecho de criticarla. Pero ahí están los números, la OCDE [Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico] la señala como la más desigual y discriminatoria de Europa Occidental, por delante de la belga. Es un problema mayor que la policía porque es la base del racismo. Y un servicio público que los diferentes gobiernos están degradando. La escuela enfoca a los niños racializados hacia trabajos baratos. Tenemos padres y madres delegadas que luchan dentro de las organizaciones escolares, pero yo creo ya muy poco en esa escuela, protegida por un sistema institucional que se niega a aceptar el más mínimo cuestionamiento.

¿Hay algún reflejo en esa escuela pública del actual multilingüismo del Estado francés?

Es un asunto particularmente emblemático. Viene del viejo jacobinismo que entiende la lengua de Moliere como única lengua ‘republicana’ y el resto patois o dialectos. Antes hubo la migración blanca italiana, española, polaca, portuguesa… Y, cuidado, ya hubo matanzas racistas de italianos en su época, antes de que les tocara a los argelinos. Con las mismas falsedades de ser asesinos, violadores… Hoy, se acepta que el español, inglés, alemán o vasco se enseñen y que se hablen en las casas. Pero no hay lugar para las muchas lenguas de la migración post colonial. Sí se considera lengua, y prestigiosa, el árabe, que se enseña en carreras diplomáticas. Pero se la mira en realidad como ‘islámica’ y lengua de los terroristas, cuando la hablan millones en Francia. El problema mayor es cuando se estigmatiza la lengua materna en la infancia, y esto provoca un impedimento en su desarrollo. El Estado jacobino francés ha rechazado siempre su calidad, riqueza y diversidad cultural y lingüística. Primero lo hizo con el bretón, el vasco, el corso… Ahora la guerra es con las lenguas e identidades post coloniales.

«Hoy se reconoce el papel de las madres como sujeto de la revolución feminista porque combatimos en cuestiones sociales concretas»

Denuncia que gente supuestamente progresista deserta de la escuela pública. ¿Corre el riesgo de ser un gueto para alumnado pobre, hijo de la migración?

Ocurre ya en Francia, una parte de la población evita la escuela pública. Es obligatorio matricular a los niños en la pública más próxima de tu distrito, pero a la gente de clase media se le deja saltar la norma para irse a una escuela con mejor reputación. Los centros públicos de barrios obreros tienen menos medios y recursos. Por ejemplo, no se reemplaza a los enseñantes ausentes, a veces en todo el curso. Según datos oficiales, el alumnado de esos barrios pierde un mes escolar comparado con el de escuelas del centro de París. Hay una idea de no querer ‘sacrificar’ a sus hijos en una escuela llena de niños racializados o de familias más pobres. Y esa lógica se da incluso entre gente militante de izquierdas.

Mantiene una crítica a las organizaciones feministas y a referentes como Simone de Beauvoir por describir a las madres como mujeres alienadas. Esa actitud, ¿no ha cambiado con los nuevos feminismos?

Ha habido una evolución, sí, y las nuevas generaciones no aceptan ya el feminismo elitista occidental que ha despreciado a las clases populares. Esas personas de clase superior, intelectuales, despectivas con lo popular y en particular con las madres, para quienes las árabes, obreras… no somos interesantes. Incluyo a Simone de Beauvoir, porque no le interesaba la madre sino la mujer como tal. Había que matar a la madre que llevamos dentro para liberar a la mujer. El sujeto revolucionario era la mujer, nunca la madre. Ese feminismo nos ha tratado como madres sumisas, resultado del patriarcado. Les hemos dicho que tenemos un papel estratégico, que somos importantes para el feminismo. Afortunadamente, eso ha evolucionado, hoy se reconoce el papel de las madres, de las mujeres migradas y de clase obrera, como sujeto primero de la revolución feminista porque combatimos en primera fila de cuestiones sociales concretas.

Proclama la dimensión internacionalista de su Frente de Madres. ¿Es algo realista o aún una idea teórica?

No es algo teórico que en el contexto europeo haya que rechazar las fronteras y defender la libre circulación sin condiciones. Aquí lo compartimos por ejemplo con el Nouveau Parti Anticapitaliste, que es una organización revolucionaria, y puede haber una confluencia internacionalista. Si aceptamos el derecho a la libre circulación podemos hablar de la cuestión colonial, racista, islamofóbica, feminismo radical… de cualquier reivindicación. Ahora tenemos dos grandes cuestiones prioritarias: Palestina, que es muy complicada en Francia, y la de las fronteras y la libre circulación de personas. La llamada izquierda de la izquierda debe reivindicar la legalización de la gente sin papeles. Y tenemos el flanco ecologista, el problema climático, especialmente grave en África, donde el colonialismo no ha hecho más que destruir países y que empuja a mucha gente a cruzar el Mediterráneo. Ante ese caos, y desde nuestra modestia militante, sueño con madres del mundo que se junten para que los hijos vivan en barrios sin violencia y con esperanza de futuro.