Beñat Zaldua
Edukien erredakzio burua / jefe de redacción de contenidos

Si el futuro es China, ¿qué hacer hoy?

Hace tiempo que China dejó de ser aquel productor de manufacturas baratas, tampoco es ya solamente el gran fabricante de materias básicas como acero y cemento. China es, hoy, la principal potencia científica del mundo. Si el gigante asiático es el futuro, ¿cómo acercarse a él sin acabar triturado?

Imagen del campus de Huawei en Shangai en 2023, todavía en construcción.
Imagen del campus de Huawei en Shangai en 2023, todavía en construcción. (NURPHOTO | AFP)

Al presidente chino Xi Jinping le gusta recordar a otros jefes de Estado que su país ha sido el centro económico y cultural del mundo durante dieciocho de los últimos veinte siglos. Angela Merkel llegó a pedir a su asesor Lars-Hendrik Röller que comprobara tales afirmaciones. «Confirmó la versión de Xi», relata en su biografía.

Para China, sigue Merkel, convertirse en potencia mundial no es sino regresar a la normalidad. Recuérdese la definición canónica de Lucian Pye: «China es una civilización que finge ser una nación». ¿Qué supone esto? Pensarlo desde Europa, que pese a su decadencia sigue situándose a sí misma en el centro del mapamundi, es complejo.

Que China vuelve para quedarse ya se sabía. Que Trump fuese a ponerle una alfombra roja era más difícil de prever. EEUU domina el 15% del comercio mundial, que no es poco, pero el resto del mundo conserva una vasta mayoría en la que China tiene acciones preferentes. No importunes a tu enemigo cuando se está equivocando.

Porque el gigante asiático hace ya tiempo que dejó de ser ese país que copiaba productos a menor precio y calidad. China es ya la gran productora de materias fundamentales para la economía como el acero, el cemento o la electricidad. Pero es que tampoco se queda ahí. El país, que recientemente ha dejado ojiplática a la audiencia global con el lanzamiento del chat de inteligencia artificial de código abierto Deepseek, es ya, aquí y ahora, la principal potencia científica del mundo.

Una mirada al futuro

Thomas L. Friedman, columnista del ‘‘New York Times’’ acaba de visitar las instalaciones de Huawei en Shangai y lo ha contado en un artículo titulado con maestría: «Acabo de ver el futuro. No estaba en América». En 2019, la empresa recibió un mazazo cuando EEUU le impuso sanciones y le vetó el acceso a semiconductores. En cualquier otro caso, hubiese sido una sentencia de muerte. La respuesta de Huawei nos habla de lo que es China hoy en día: con apoyo del Estado, en tres años ha levantado el campus Lianqiu Lake R&D (en la foto). 104 edificios unidos por monorraíl, con laboratorios para 35.000 científicos e ingenieros.

Huawei es mucho más que una compañía que produce teléfonos móviles. Inteligencia artificial, movilidad eléctrica, minería automatizada… no hay palo que no toquen. Solo en 2024 instalaron 100.000 cargadores rápidos para vehículos eléctricos. En contraste, explica Friedman, los 7.500 millones de dólares comprometidos por el Congreso estadounidense en 2021 para crear una red de estaciones de carga se tradujeron, hasta noviembre de 2024, en solo 214 cargadores operativos.

Todo este desarrollo tecnológico no bebe solo de una capacidad manufacturera espectacular. Es el fruto de varias decisiones estratégicas tomadas a largo plazo. La primera: asegurarse recursos cruciales para el siglo XXI como las tierras raras u otras materias críticas, del cobalto al litio. La segunda: apostar masivamente por la investigación y doblar el presupuesto en educación superior en una década, centrándose sobre todo en las STEM (ciencias, tecnologías, ingeniería y matemáticas).

El dividendo de talentos

El resultado es el llamado dividendo de talentos. El país tiene más de 60 millones de profesionales altamente calificados. Uno de cada dos investigadores en inteligencia artificial del mundo ha estudiado en una universidad china. Recuerda Imran Khalid que, en 2014, solo ocho universidades chinas estaban en el top100 del Nature Index Global, que mide el nivel de investigación de instituciones académicas de todo el mundo. Diez años más tarde, son 42, frente a 36 estadounidenses.

«Hubo un tiempo en el que la gente venía a América a ver el futuro, ahora vienen aquí», le dijo un hombre de negocios estadounidense a Friedman en Pekin. Así las cosas, sería estúpido no mirar a China. Pedro Sánchez, que cuenta entre sus dones con los de la oportunidad y la buena ventura, estaba reunido con Xi Jinping cuando China respondió a los aranceles de Trump el pasado 11 de abril. La respuesta de Pekín fue ilustrada en medio mundo con la foto de Xi y Sánchez.

Nadie protestó por la visita en Bruselas, donde también han cuidado con mimo la reciente visita de la italiana Giorgia Meloni a Washington. Europa aspira a negociar con Trump mientras prepara una cumbre al más alto nivel con China para junio. Aun a riesgo de quedar bizcos, el camino parece ineludible para Europa y otras regiones. Eso sí, convendría tomar prevenciones para evitar que el fin de la tutela estadounidense no acabe convirtiéndonos a todos en colonias chinas.