Ertzaintza: error, dejadez o «modus operandi»
La Ertzaintza está preocupada porque se ponen en duda «su prestigio y su reputación», pero no deja de ser triste protagonista de demasiadas noticias. El fin de semana, en el desalojo del gaztetxe Etxarri en Bilbo, una persona perdía un testículo por el impacto de una pelota de foam. Se trata de material nuevo, destinado a reemplazar las letales pelotas de goma, pero en el tiempo que llevan utilizándolo son varias las personas con lesiones graves, desde mandíbulas rotas hasta esta amputación. Ante estos hechos, la versión oficial siempre consiste en poner excusas y evadir responsabilidades. Como en el caso de Amaya Zabarte, la aficionada de la Real Sociedad que, transcurrido un año, ayer declaró en el Juzgado. Según informó su defensa, la herida que presentaba Zabarte era compatible con un pelotazo de foam. La semana pasada, el ertzaina que la pateó estando herida en el suelo declaró que «se tropezó», que desconoce si a quien golpeó era hombre o mujer y que no dio parte porque él salió ileso.
Todo ello coincide con una falta de conciencia atroz sobre cómo los ve la sociedad vasca. En este contexto ha habido un acuerdo sociolaboral con la mayoría sindical que, entre otros beneficios, conlleva un aumento salarial mínimo para cada agente de 4.200 euros al año, más complementos y pluses por todo tipo de servicios cotidianos (desde desplazamientos en helicóptero a actividades de «seguridad ciudadana»). Coincidió en el tiempo con otro logro de negociaciones previas: el despliegue de los BMW para patrullar. De lujo, todo.
En febrero, hubo una comparecencia del consejero de Seguridad, Bingen Zupiria, en el Parlamento de Gasteiz para explicar el caso de Karen Daniela Ágredo, que según la versión oficial tan solo recibió un porrazo en la pierna en una detención, pero que tras pasar nueve horas arrestada fue trasladada a un hospital con un edema cerebral y parálisis parcial, según denunció la familia. El consejero no fue capaz de dar una explicación de por qué se había tardado tanto en trasladar a la detenida, a lo que añadió no saber «si fue error o dejadez». Igual la explicación no está en lo accidental, sino en el «modus operandi»: una cultura policial nada ejemplar y opaca.