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Elkarrizketa
Kerman Lejarraga
Boxeador

«Mi vida es mía y de quien yo quiera, no de todo el mundo»

El boxeador Kerman Lejarraga habla para 7K con motivo del estreno de «Último asalto», el documental sobre su vida y obra dirigido por Jon Cortegoso, quien ha estado al lado del púgil bilbaino para dar testimonio de lo que ha sido la carrera del «Revólver de Morga». Con muchos claroscuros, la cinta refleja claramente cómo es la vida de un deportista de élite, y cómo una serie de malas decisiones -y peores consejos- puede llevar al traste una carrera que parecía no tener límites.

(Oskar Matxin Edesa FOKU)

Cuando uno habla de Kerman Lejarraga (Morga, 1992), enseguida vienen a la cabeza escenas de batalla épicas y de superioridad abrumadora sobre el ring. El tipo invencible que hizo soñar a la afición pugilística de Bizkaia con tocar el cielo de nuevo, y al que una lesión paró en seco justo cuando estaba en el camino de conseguir sus metas. Sin embargo, la carrera del que probablemente haya sido uno de los mayores talentos del boxeo surgido en Euskal Herria en las últimas décadas no ha sido un camino de rosas.

Así se refleja en un documental donde se muestran las alegrías y las miserias de un deporte tan bello como ingrato, y en el que a Lejarraga le ha tocado ver las dos caras de una misma moneda. Tras una dura travesía por el desierto, a causa de una grave lesión, el “revólver” disfruta ahora de su paternidad y de los nuevos talentos a los que, desde su experiencia, intenta llevar por el mejor camino para que no repitan sus errores. Es el caso de Jokin García, prometedor púgil que, tan solo unos días después del encuentro de Lejarraga con 7K, se hacía con el cinturón de campeón estatal en el bilbaino pabellón de La Casilla. Una nueva ilusión para Kerman Lejarraga, el hombre que, aunque haya dejado el boxeo, nunca dejará de pelear.

Kerman, siendo tan celoso con su intimidad, como ha demostrado ser a lo largo de su carrera, ¿le costó aceptar la propuesta de Jon Cortegoso para hacer el documental ? Jon es mi amigo y confiaba plenamente en él; además, cuando está trabajando o rodando, nunca molesta nada, porque casi ni se le ve. También me vino muy bien tenerle cerca, porque ha sido un apoyo fundamental para mí y me ha servido para desahogarme en los peores momentos y también nos hemos reído mucho juntos.

¿Había visto el documental antes de su proyección oficial? No, era la primera vez que lo veía y la verdad es que flipé, porque ha quedado muchísimo mejor de lo que yo pensaba… y me emocioné, sobre todo al ver al niño, es que me parte el alma verlo… Siempre me arrepentiré de no haber podido subir al ring con él, y de no haber podido conseguir su cinturón, porque todos mis cintos tienen dueño y me encantaría haber podido tener uno para mi hijo Kerman.

¿Era importante para usted que, aparte de la familia de sangre, estuviera también en el documental la familia que elegimos, como la cuadrilla o los compañeros de boxeo? Yo a mi cuadrilla le debo todo, porque siempre han estado a mi lado en las buenas, y todavía más en las malas; y luego no podían faltar las mujeres con las que convivo, Nany y mi hija Yoha, mi ama, que siempre me ha apoyado… al final les debo muchísimo, tanto en lo personal como en lo deportivo.

Centrándonos ya en lo que ha sido su vida y su carrera, cuéntenos cómo empieza su interés por el boxeo. Empecé como cualquier chaval, para meterme en líos (risas). Y la verdad es que el deporte me centró. Lo primero que hice fue K1, pero mi tío me dijo que me metiera en boxeo, y luego unos amigos de la cuadrilla me presentaron a Txutxi (Del Valle), y así empezó todo. Al principio estaba muy nervioso y entrenaba muy mal, pero poco a poco fui aprendiendo y disfrutaba muchísimo con el boxeo.

¿Y en qué momento decide hacer del deporte su forma de vida? Pues discutiendo con mi ama. Ella estaba empeñada en que estudiara, y de hecho hice cocina, soldadura y cosas así por contentarla; hasta que un día le dije a mi ama que me iba a ganar la vida con esto. Ella no se lo creía, pero por puro orgullo me puse a ello más en serio, convencido de que podía lograrlo. Y, a partir de aquello, mi ama siempre me ha apoyado, me daba mucha caña para que cumpliera con la dieta, los entrenamientos… siempre me decía que, hiciera lo que hiciera, siempre debía dar el cien por cien.

¿Tenía algún ídolo en aquella época en la que empezaba a dar sus primeros pasos como púgil? Mi ídolo siempre ha sido Andoni Gago, porque admiraba su capacidad de sacrificio y sufrimiento para ir a entrenar después de estar currando todo el día, y en los combates siempre sabía levantarse después de una caída. Además, me lo pasaba muy bien y me reía mucho con él en el gimnasio.

¿Cuáles cree que eran sus grandes cualidades como boxeador? Sobre todo, la pegada y la presión. Pero también estudiaba muy bien a mis rivales, después de correr una hora, me podía pasar otra hora viendo combates de la gente a la que me iba a enfrentar; a lo mejor veía cada asalto nueve o diez veces para fijarme en todo. En ese sentido, también me ayudó mucho Juanal (Juan Alberto Martín, hermano de Andoni Gago). De hecho, en el combate contra Skeete fue por una mano que él me dijo. De todas formas, hablando de mi boxeo, siempre digo lo mismo, que a mí lo que me gusta es pelear, no boxear.

En el documental también se habla de otra de las grandes características que lo encumbraron, su carisma. De eso habla Kiko Martínez en un momento de la película, y dice algo así como que el carisma es algo que todos buscan y muy pocos encuentran, porque eso se tiene o no se tiene. De todas formas, es algo que tampoco busco, porque a mí no me gusta estar en boca de nadie, y salgo muy poco de mi cueva. Yo solo quería que se hablara de mí por lo que hacía encima del ring.

La parte oscura de ese carisma y de estar en boca de todo el mundo podría ser lo relacionado con las envidias y las redes sociales. ¿Cómo llevaba todo eso? A mí me la suda todo eso, lo que me importa son mi familia y mis amigos, pero los demás me dan igual, que hablen lo que quieran… Es que a mí prácticamente me obligaron a tener redes sociales y lo que hice fue dejar que me lo llevara todo Jon. Mi vida es mía y de quien yo quiera, no de todo el mundo, y no entiendo a la gente que se pasa media vida con eso. Por suerte, las “ciberhostias” no duelen nada.

El documental también aporta una visión diferente del boxeo, más allá de los prejuicios de cierta gente que dice que solo es un deporte violento. A mí el boxeo me ha dado otra familia, porque entrenar me ayudaba a superar muchos momentos jodidos, junto a gente que sabía por lo que estaba pasando, ya que solo otro boxeador entiende el sufrimiento de una preparación. Y, respecto a lo que comentas, yo en el fútbol no he visto todavía a dos futbolistas que, después de una enganchada, se den un abrazo… Es más, si pueden, siguen pegándose en los vestuarios; en el boxeo, en cambio, después de pegarte con otro tío durante una hora, acabas abrazándote con él. Además, te digo otra cosa: yo no he visto cargas ni antidisturbios en ninguna velada, pero sí lo he visto en un montón de partidos de fútbol.

¿Y por qué cree que, a pesar de que Bilbo era un infierno para los rivales, todos querían venir aquí a pelear? Yo pienso que aquí siempre se ha respetado muchísimo al rival, y se le ha aplaudido al final del combate, se gane o se pierda.

¿Está convencido de que los errores deportivos son los causantes de la grave lesión neuronal que ha sufrido? Por supuesto. Ha habido muchísimos errores muy graves. Por ejemplo, antes del primer combate con Avanesyan, yo me hago daño en la mano y me tienen que infiltrar y, en ese momento, me sacan una muestra de sangre que tenían que mandar a la Federación y no lo hacen… Pues resulta que tenía anemia y yo no lo supe hasta un mes y medio más tarde. Igual que en la revancha, que me hicieron pelear a pesar de que, como cuentan en el documental, me quedaba dormido porque estaba sin fuerzas. Todo eso es porque, evidentemente, no estaba bien, y a mí no me sirve eso de decir ahora “cometimos muchos errores” porque han puesto en riesgo mi salud muchas veces.

¿Y usted no se podía negar a subir al ring? A ver, yo soy peleador, y el peleador pelea. Porque, además, no te lo voy a negar, yo lo hacía porque me ganaba la vida con el boxeo.

Uno de los momentos más controvertidos de su carrera es esa segunda pelea con Avanesyan que, como decía, se hizo a pesar de que era evidente que no tenía ningún sentido. ¿Por qué se hizo esa locura? No lo sé, pero parecía que todos los que estaban a mi alrededor tenían más ganas que yo de hacerla. Ya había hecho una pelea en super welter y me costó mucho bajar de peso, y me acuerdo que aquel día, en el vestuario, estaba todo el mundo preocupado porque algo se olían, y no se separaban de mí, aunque allí había más boxeadores que iban a pelear, y a los que no les hacían ni caso. El único que hizo lo que había que hacer fue “Lopa” (Josu Lopategi), que estuvo en todo momento con “Larri” (Ibon Larrinaga). De hecho, te diré que yo a Lopa tengo mucho que agradecerle, porque gracias a que le escuché a él, gané el segundo EBU contra Gavin, y también gracias a él gané la segunda pelea en super welter.

¿Cree que se quisieron hacer las cosas demasiado rápido con usted? A mí, antes de la pelea con Avanesyan, me empezaron a meter en la cabeza que podría pelear con Crawford y me insistían en que podía ganar mucha pasta, y eso es un error que ahora le estoy intentando transmitir a Jokin (Jokin García), para que no le pase lo mismo que a mí. Y conmigo, lo que pasó es que, aunque todos veníamos de barrio, a muchos, cuando ven dinero, no les importa nada ni nadie. A mi alrededor he tenido muchos chupópteros, y en MGZ (la promotora con la que trabajaba Kerman) ha habido personas que han sido un error. Lo peor es que, mientras todos se llenaban los bolsillos, yo no he visto pasta del boxeo, hasta que Urtzi empezó a ser mi mánager, y ahora que estoy ayudando a Jokin, llevo dos años viviendo de lo que había generado antes de retirarme, porque esto lo hago por él y porque tengo palabra.

Pero, como te digo, en mi carrera ha habido mucha gente que me ha decepcionado muchísimo, compañeros que yo consideraba amigos y que han sufrido y han reído conmigo, que luego me han demostrado que no valen nada.

¿Y hasta dónde podía haber llegado de haberlo hecho todo bien? Yo habría sido campeón del mundo, y mi sueño habría sido pelear en San Mamés y salir con mi hijo al ring. Y tengo mucha rabia dentro porque sé que hice bien las cosas: no salía, no bebía, me cuidaba, no iba de vacaciones para hacer preparaciones… por eso he pillado asco al boxeo de competición. Y ahora lo que quiero es gente que, en el día a día, esté contenta entrenando en el gimnasio, porque yo veo lo que sufren los competidores y me acuerdo de lo que yo pasé en su momento.

Volviendo al tema de la lesión, ¿ha sido el primer momento en el que ha tenido miedo en su vida? Tampoco utilizaría la palabra “miedo”. Pero es que, en aquella época, yo ya veía que me quedaba poco porque pasaban cosas que nunca me habían pasado: me ponía nervioso antes de los sparring, cuando antes me encantaba, no podía hablar bien, me caía… Una noche me desperté llorando y diciéndole a Nany que lo quería dejar. Luego sí que me puse un poco nervioso cuando empecé con los médicos y me llevaban a una sala con personas que habían sufrido ictus, otras con ELA, porque pensaban que por ahí podía ir lo mío. Pero, al final, dentro de lo malo, parece que hasta he tenido suerte, y cada vez voy mejor.

¿Sigue convencido de que todo ha sido consecuencia de las constantes subidas y bajadas de peso? Seguro porque, aunque yo llevaba a rajatabla las preparaciones para dar el peso, después de los combates, con la ansiedad, comía mal, engordaba mogollón… y luego había que volver a bajar ese peso para la siguiente pelea.

¿Quién insistía en seguir en welter, a pesar de lo que le costaba llegar al peso? ¿Sus preparadores o usted? Ellos, y mira que en Estados Unidos me decían que estaba para superwelter; si lo hubiera sabido, me habría ido antes, pero bueno, ya está hecho y no se puede cambiar. Al final, no piensan en el boxeador en ningún momento. Como ejemplo, te diré que la única vez que he visto a alguien bajar del ring a un boxeador ha sido el entrenador de Jokin, Javi Vaquero, un día que estaba mal… yo me hacía daño y lo único que hacían era decirme “sigue, sigue”.

Hablando de Jokin, ¿ha sido fundamental para usted encontrar, en este momento de su vida, a este joven boxeador al que transmitir su experiencia? Yo conozco a Jokin porque mi mánager me contó que se había quedado solo y me propuso echarle una mano; pero a mí al principio, ni me caía bien (risas)... pero poco a poco, fui conociéndole y vi cómo se portaba con mi hijo y los detalles que tenía con él, y acabé cogiéndole cariño… Y eso ha sido un error, porque ahora lo veo como un hermano pequeño y sufro mucho más cuando le veo pelear. De todas formas, Jokin tiene su entrenador, y yo estoy con él para aconsejarle, dando mi punto de vista desde mi experiencia, y lo que trabajo con él es, sobre todo, la parte mental. Al final, yo en el boxeo tengo un nombre y, si hay chavales que se pueden aprovechar de ello y se lo merecen, me alegro de poder ayudarles.

Para usted, también ha sido muy importante la paternidad para pasar este mal trago, ¿verdad? Muchísimo. No sé qué habría sido de mi vida sin mi hijo.

Al final del documental, confiesa que, a pesar de todo lo sucedido, sin duda repetiría este trayecto vital… Sí, sí. Volvería a ser boxeador, pero con lo que sé ahora, me habría ido con otra gente. Y otra cosa que tengo clara es que habría sido padre antes, seguramente en 2018, después de ganar el primer EBU.

¿Y se ve entrenando a los y las más jóvenes en un futuro cercano? ¡Qué va!...y mira que mi mánager está empeñado, ¿eh? Pero es que, como te digo, tengo algo que me revuelve por dentro y estoy muy frustrado por no haber podido ser lo que yo quería. Sin embargo, me quedo con lo bueno, que es mi familia, mis amigos y la gente que he conocido.


«Esta historia va más allá del deporte o del boxeo»

Jon Cortegoso Director de «Último asalto»

Jon Cortegoso es el director del documental “Último asalto”, trabajo donde se narra la vida y la carrera del boxeador Kerman Lejarraga. Una obra que, como el propio realizador explica, le ha llevado varios años: «Yo conozco a Kerman cuando el promotor se pone en contacto conmigo para la pelea contra “El Chatarrero”, porque querían hacer una promo diferente y más elaborada. A partir de ese momento, nos hicimos amigos, y un día le dije que habría que seguir grabando todo porque de ese material podía salir algo muy bueno». De hecho, el director albergaba la ilusión -muy real por otra parte-, de que el final del trabajo fuera muy diferente: «La conclusión del documental iba a ser Kerman campeón del mundo, porque yo tenía claro que lo iba a conseguir», reconoce.

Para llevar a cabo esta película, Cortegoso se puso en contacto con su familia y amigos y, tal y como nos cuenta, ha sido una labor muy entretenida y satisfactoria: «Ha sido una montaña rusa porque ganaba, perdía. Nany (Nany Suárez, pareja de Kerman) ganaba paralelamente. Aunque ,como en cualquier historia, ha habido momentos agridulces, creo que ha sido un camino bonito, a pesar de acabar con una lesión».

Una historia que supera lo deportivo: «Estamos hablando de una pareja que fueron campeón y campeona de Europa, prácticamente en el mismo espacio de tiempo… en esa casa se respira boxeo. Yo conviví con los dos en aquella época, y vi cómo eran las preparaciones, y creo que esta historia va mucho más allá de lo que es el deporte o el boxeo, porque hay un montón de valores como el sacrificio o la constancia».

Dadas las circunstancias, y cómo se iban desarrollando los acontecimientos, el director también vio oportuno intercalar pasajes cómicos dentro de la narración para suavizar el efecto de lo que se contaba, de manera fiel a la realidad: «La vida al lado de Kerman es así: mucha risa y mucho sufrimiento, y quería que la película fuera el reflejo de lo que hemos vivido durante estos años».

En la película se habla sobre las derrotas sufridas por Lejarraga a lo largo de su carrera, intentando humanizar al extraordinario púgil: «Todo el mundo piensa que es indestructible, porque le ven dándose de hostias encima de un ring. Pero, al bajar, es una persona como cualquier otra, con sus virtudes evidentes y también con sus debilidades», afirma.

Cortegoso también explica cuáles fueron, a su juicio, los grandes errores que se cometieron con Lejarraga: «En mi opinión, el problema es que ha habido mucho desconocimiento en un entorno que no estaba preparado para todo lo que estaba pasando con Kerman, sobre todo al nivel que él estaba llegando».

Sobre la lesión que precipitó la retirada del púgil, el director tenía claro que había que contarlo de una manera natural, para que sirviera como ejemplo para los boxeadores más jóvenes: «Teníamos que contarlo de una manera natural, porque la gente se estaba inventando auténticas barbaridades; además, contando lo que ha pasado, que ha sido algo excepcional y fortuito, creo que se puede evitar que le vuelva a pasar a otro boxeador en un futuro, porque por su experiencia personal, Kerman podía ser un gran abanderado del cuidado y la protección que deben recibir los boxeadores, y para que los protocolos se hagan de forma correcta».

Para finalizar, Cortegoso se siente muy satisfecho con la acogida que el trabajo ha tenido durante el estreno: «Lo que me importaba era que Kerman recibiera el aplauso que se merecía y que no había tenido, y estoy contento por haberle hecho mi homenaje a un amigo pero, si además esto sirve para que un solo boxeador no cometa alguno de los errores que han cometido con Kerman, estaré más que satisfecho», concluye.